Pobre legado
Luis Larraín Director ejecutivo Libertad y Desarrollo
- T+
- T-
Luis Larraín
La Presidenta Michelle Bachelet está preocupada de su legado. Y la verdad es que lo que queda al terminar su gobierno es un pobre legado. Pobre en resultados y logros.
Nunca en nuestra historia moderna tuvimos cuatro años consecutivos de baja en la inversión. El crecimiento del Producto en su período no ha superado el aumento de la población, de manera que el ingreso per cápita ha permanecido estancado. La población ha sufrido en carne propia esta situación porque el mercado laboral exhibe escaso dinamismo, las remuneraciones no crecen y los empleos privados tampoco lo hacen. Así las cosas, el país ha elevado su endeudamiento y las familias también.
Pero no sólo en el ámbito económico se nota la degradación de nuestra sociedad. Los índices de delincuencia han aumentado, por lo que la gente tiene temor. Un cuarto de los hogares ha sido víctima de los delincuentes, retrocediendo lo poco que se había avanzado en esta materia.
Los servicios públicos se han deteriorado. La salud pública ha visto crecer las listas de espera para intervenciones quirúrgicas y procedimientos, incluso en las prestaciones AUGE, incumpliendo así la garantía de oportunidad. No se ha honrado la promesa de construcción de hospitales; y la ideología socialista llevó al gobierno incluso a detener este proceso porque éste se realizaría con el sistema de concesiones. La educación pública es cada vez de peor calidad, los colegios viven en un clima de desorden, paralizaciones y tomas. La educación particular subvencionada está asolada por una reforma que prohibió a los padres aportar US$ 500 millones cada año a la educación de sus hijos, proscribió el lucro y obliga a los colegios a ser dueños de los edificios donde se imparte la educación. A la fecha no más de 15% de los colegios manejados por sociedades comerciales se han transformado en corporaciones sin fines de lucro y los apoderados y alumnos del resto permanecen en la incertidumbre. En lugar de inclusión, tendremos más segregación, porque sólo el 8% de los niños asistirá a colegios pagados que gastan más por cada alumno, y el 92% restante tendrá una educación de menor calidad. ¡Se habrá cumplido la intención de bajar de los patines a los niños que corren más rápido!
En educación superior habremos aumentado los alumnos que estudian gratis, pero a costa de quedarnos sin recursos para necesidades mucho más urgentes. Subir la gratuidad desde el 50% al 60% más pobre cuesta más del doble de todo lo que el Estado gasta para los niños vulnerados en el Sename.
La administración pública es un coto de caza de los partidos políticos que colocan allí a sus militantes. De las pocas cosas que aumentan en este gobierno son los empleos públicos. El año 2017 ha visto aumentos trimestrales del empleo público superiores a 50 mil personas de acuerdo a las cifras del INE, lo que es un despropósito para el tamaño de nuestra administración pública. El incremento presupuestario de 3,9%, cuando el mismo gobierno estima un crecimiento del PIB de 3% nos dice que esta administración quiere seguir aumentando el tamaño del Estado, como único y permanente objetivo, sin atender para nada a su eficiencia ni a las prestaciones y beneficios que los chilenos reciben de él.
La pobreza ha desaparecido del léxico del gobierno, no así de los campamentos, y no parece ser parte de las preocupaciones del ministro de Desarrollo Social, que se dedica a enmendar la plana al Ministerio del Interior en materia de orden público provocando una nueva crisis, amparado en la cercanía a la Presidenta de la República que le da su militancia comunista.
La Presidenta Bachelet deja un legado de mediocridad, estancamiento y división entre los chilenos. Su intento refundacional para convertir a Chile en una sociedad socialista ha sido un fracaso y su único mérito ha sido despertar a muchos chilenos que han comprendido que no da lo mismo quien gobierna. Cada vez son más los que piensan que nuestro futuro no está en un proyecto que divida a los chilenos entre buenos y malos sino en uno que invite a cada uno a desarrollar su propios proyectos de vida, pero con respeto y consideración a los demás, especialmente a los más pobres.